La imagen se revela, se desvela y en ocasiones hasta se rebela. La empujamos, la intuimos y perseguimos, la reconocemos donde apenas se vislumbra, la construimos en esa ilusión de apariencia, de proyección, de designio, de relato. Mejor debiéramos entender que su destrucción está inscrita en su condición, que su fragilidad y pobreza le da sentido, más allá de intentar su fijación.